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Un apunte para situarnos en la visión del revisionismo



Cuando se revisan los contenidos de las obras llamadas islámicas, no se trata de rechazar un legado o patrimonio, sino de situarlo en su lugar, es decir, un conjunto de datos de carácter histórico cuya información puede ser válida o no válida, pero que en ningún momento y en ninguno de los casos tiene relación alguna con la revelación en tanto que esta dependiera de dichos datos o que los datos fuesen del mismo origen que la revelación, sino que es la producción literaria o histórica de una serie de autores.
 
En cuanto a las aleyas del Corán, afirmar que la mayoría de las aleyas del Corán son imposibles de interpretar y comprender sin esas obras es una afirmación precipitada.
 
Dado que la revelación tiene un carácter comunicativo lingüístico, está, por lo tanto, sujeta a las bases de la lingüística en todos sus campos: semántico, contextual, morfológico, etimológico, etc…
 
Solo es necesario dotarse de dichas herramientas puesto que, de hacerlo, se descubrirá que el Corán posee una estructura interna de autointerpretación y autoexplicación de lo más singular.
 
Obviamente sabemos que cualquier ensayo filosófico tiene varios niveles de comprensión y que eso dependerá de cada lector. Pues con más razón sucede en el Corán al tratarse de un lenguaje que fusiona lo obvio y lo sutil simultáneamente y en mucho niveles.
 
Por ejemplo, cualquiera que tenga una lectura apropiada del Corán se dará cuenta inmediatamente de cuál es el mensaje principal y los objetivos básicos del Mensaje. Es decir, la casuística de la existencia, la unicidad del causador, la temporalidad de la vida, la vida como escenario temporal de prueba, el objetivo de la equidad, la justicia social, etc.
 
En este primer nivel de comprensión accesible a cualquier mente equilibrada dotada de las herramientas más básicas no resulta imposible comprender los objetivos elementales del Mensaje.
 
Pero, al no tratarse de una novela de García Lorca, donde se conocen los personajes, los escenarios, donde se desarrolla la historia y el final de la historia se ve reflejado, en cierto modo, como conclusión de la novela, entonces partimos de la premisa de que el autor de la revelación es el mismo que el diseñador de la creación, por lo que deben compartir los mismo atributos. Es decir, si la obra del universo y la vida son de lo más preciso y minucioso hasta niveles insospechados, así debe ser también la característica de la revelación: contiene el mismo nivel de precisión, por lo que no es una definición de significado delimitado sino que es una escalera continua de comprensión, lo que convierte a la obra en atemporal del mismo modo que el universo es un escenario de descubrimientos continuos.
 
Por eso el Corán se presenta como una obra de guía y no como un manual de un electrodoméstico, sino que invita a una constante meditación y un constante reto de comprensión que evoluciona de forma continua, siempre partiendo de bases fijas y premisas lógicas.
 
Para finalizar, un ejemplo de cómo el Corán se explica a sí mismo usando las propias herramientas de la lingüística:
 
En la primera azora dice al final “Guíanos por la senda recta, la senda de aquellos que has agraciado y no de los que han incurrido en la ira“.
 
Cuando queremos definir qué significa “la senda recta” tenemos dos métodos. Uno es ajeno a la revelación; se trata de buscar en un libro de hadices que se contradicen entre sí el significado de “senda” y constatamos que muchos de estos significados son de los más irracional o contradicen al propio Corán.
 
La otra opción es meditar, reflexionar, darnos tiempo en la búsqueda dentro del propio Corán sin precipitarnos, hasta encontrar su definición, ya sea mediante una señalización directa de lo que significa o mediante antónimos o cualquier otra herramienta lingüística que nos pueda ayudar en la definición. En este caso, si vamos a la azora 6, encontramos uno de los significados de “senda recta” en las aleyas de 151 al 153:
 
Di: «Venid, yo os diré lo que vuestro Señor os ha prohibido: Que no consideréis Dios a nadie más que a Él y que seáis buenos con vuestros padres. Que no matéis a vuestros hijos por miedo a la pobreza, pues Nosotros os proveeremos a vosotros y a ellos. Que no os aproximéis a lo corrupto e indecente, sea manifiesto o privado y que no matéis a nadie que Dios haya prohibido matar, excepto con causa justificada. Esto es lo que Él ha dispuesto para vosotros. Quizás así razonéis» (151).
«Y no os aproximéis a las propiedades de los huérfanos, excepto en su favor de la mejor manera posible, hasta que ellos lleguen a la edad adulta. Sed justos en toda medida y el peso.» No obligamos a nadie más allá de su capacidad. «Cuando habléis sed verídicos, incluso aunque no favorezca a un familiar. Cumplid con el pacto. Esto es lo que Él ha dispuesto para vosotros. Quizás así os dejéis amonestar». (152) Esta es mi senda recta. ¡Seguidla, pues! Y no sigáis los caminos que os apartarían de Su senda. «Esto es lo que Él ha dispuesto para vosotros. Quizás así seáis temerosos» (153).
 
Si buscamos el concepto de “senda” en el resto de las aleyas y las juntamos obtenemos su definición coránica.

Autor: H.L
Fuente: Alkalima.es

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